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Tres poemas de Esteban Rodríguez

Tres poemas de Esteban Rodríguez

Daba la impresión
de ser otro fondo estándar
sacado de las cosas de antes.
Esa es la primera mesa que recuerdo,
en mi casa.
Sus remaches sosteniendo piezas de madera
con el horizonte
y la pintura que
empieza a caerse por los bordes.
Deja ver el artificio
de los colores preparados
para materia orgánica.
De niño, busco la parte plana
y coloco un modelo para armar.
Se proyecta hasta llegar
al aire teñido del atardecer.
Nos rodea el aroma a conversación
con nueva plusvalía.
El refresco que
derramábamos de día de por medio
y las risas que se depositaron
en los poros de la madera,
que al final
es un elemento básico
de este comienzo.
De grande, la búsqueda por los cero grados
de inclinación
y el modelo para armar que sumando partes a la distancia
se proyecta hacia mí
con esa mirada de
estar cayendo horizontalmente
y reconocerse atrás de puntos como ojos.

*

Había café
y una canción por la mañana
aun así, no me dieron razones
para tender la cama.
Un gato claro, casi translúcido
solo se deja ver
con la última parte del ojo.
¿Venía conmigo o
ya estaba aquí?
Perdido entre almohadas
y el edredón que se deja en el sofá cama
no tan cómodo pero
que incluye televisión.
La distancia del gato claro
casi fantasmal y ligero
como todo lo que falta
entre un colchón todavía nuevo
y una cobija con casi veinte años cubriendo
lo que se debe sudar
para encontrar el olvido. Veo las cucarachas diminutas
fieles del azar o
están simulando
ser hormigas desorganizadas.
El insomnio y yo
también sufrimos indecisión pero
una casa con gato
no puede tener cucarachas.
Una casa con más gente
solo tendría
más camas sin arreglar.
Sin intención de crítica
cuando digo que
es un campo sintético
plantado por algún fabricante
que le añadió costuras azules.
Se ha vuelto más cálido
con baños de luz fluorescente
y bocanadas de palosanto,
ahora se duerme mejor
en ese sofá.

*

La primera pregunta
sería algo como:
¿Dónde me quedé
luego de dedicarle media vida
a eso? Cada vez es más frecuente
me pasa que las mejores preguntas
no son las que tienen caracteres de hormigón.
Las mejores preguntas,
tienen respuestas hechas
con el humo de un cigarro sin acabar
y que pesan tanto en la punta de la lengua.
La siguiente pregunta
sería:
¿Cómo soy ahora
que le he dedicado media vida
al oficio de abrir signos de interrogación?
Cuando despierto
hay un aroma a almuerzo
que viene desde la otra casa.
Mi ojo en el espejo
muestra una mancha roja extendida
Mi ojo en la cabeza
se queja de ardor.
Tengo mirada de ciencia ficción.
La última pregunta sería:
¿En quién me estoy convirtiendo ahora que
solo me queda media vida?

La duende

'La maso educación', de Juanjo Muñoz Knudsen

© Samoa,