Poemas de Felipe Granados
Pretty Hate Machine
Nine Inch Nails
I
Los vecinos
lo observan con cuidado,
el ruido de su máquina
les molesta.
Es un vago —dicen—
y vuelven a sus vidas
confortables.
a Charles Bukowski
La máquina sigue sonando.
Ayer, por ejemplo,
mientras el empleado de la compañía eléctrica
lo dejaba sin luz,
con una sonrisa los vecinos
murmuraban acerca de su vida,
de todas las cosas que debería hacer.
Miraban su jardín,
potencial amazonas,
miraban su cara de resaca y con barba
y se marchaban orgullosos
de no tener la vida que le toca.
Es curioso.
Algunas veces
él piensa lo mismo.
Algunas veces
cree que tiene razón.
Pero se emborracha y se le pasa.
II
Los vecinos
han vuelto a recordarle
que baje el volumen
de la radio,
que no pueden dormir,
que ellos trabajan,
que no soportan
el ruido de su máquina cuando escribe.
No puede pedirles que se callen.
No puede pedirles que no trabajen.
Les pide entonces
que se larguen
de una vez por todas
a la mierda,
con gran escándalo de la señora
que lo deja reptar
en esa casa.
Esa casa que padece tanto de vecinos.
La máquina sigue sonando como una certera metralleta
y es una hermosa máquina de odio.
Nubes negras
Pedro Aznar
a la habitación número 13
de un motel cualquiera
La habitación
es tan pequeña
que, aun juntándose,
apenas caben
los dos,
es decir:
aquí no hay lugar para
la muerte.
Raimar
La calavera sobre el fondo negro
La música de niña y ocarina
El vino de la mujer borracha y consejera
El corazón de esta nave a la deriva
Esconden malamente
la historia olvidada
de aquella cicatriz
Pero ¿para qué tanta tristeza, Capitán?
si al final
todas «se queman como el papel»
y uno aprende
—tarde—
que solo se hace amor
de las cenizas.
Lovesong for a vampire
Annie Lennox
Sea tu cuerpo
mancillado
con todo tipo de heridas
y desechos.
Tu casa,
a cielo abierto,
azotada
por mil plagas,
cada una peor
que la anterior.
Que tus ojos
padezcan
el mal de los vampiros
de manera que la música
de la luz
te sea negada.
Que no te quede
ni siquiera
el consuelo de la tumba
o el cumplido funerario.
Que la más profunda
manifestación del dolor
halle sitio
en tu alma.
Sea tu boca una
con las ratas y los cerdos.
No te toque
ninguna mano
con una sola gota
de ternura.
Que todo el que te nombre
perezca
bajo el fuego bueno del averno
y que hasta la última cifra
de tu sangre
ruegue en la calle
por misericordia.
Mujer,
aunque no lo parezca
esto es
una canción de amor.
La balada del hombre que nunca tuvo un perro
I
Hoy fue un buen día
vagué por dos ciudades
del brazo de dos enanos
fuertes como los ángeles
Y ninguna bruja podía contra nosotros
II
O contra el universo
III
Salíamos de esto para caer de nuevo
yonquis de nosotros mismos
¿Sos vos en el espejo?
Pobres sombras quebradas de espanto
contra las escaleras
IV
Seré siempre la quinceañera
que nunca tuvo fiesta
V
Como si más que un poema
estuviera cantando
una canción de marineros
o asesinos
VI
Ella dijo:
Nunca bailés con una mujer y su cuchillo
Esa breve colección de bestias menores
VII
Trataba de escribirle un poema a Alfredo
y con él a todos mis amigos
Ante todo
una serie larga de sujetos tristes
De vos
Queda un vestido
una foto donde besás un perro
un ensayo donde hablás sobre un toro
y un amigo
y todas las preguntas
y el silencio
Esos son los ilustres juguetes que dejaste para mí
Sombras y adjetivos
que no alcanzan a dibujar
la nada que ahora sos
La vida de las cosas dixit
No tengo ganas de verte
ni siquiera de tocar tu cuerpo con ninguna de mis partes
No tengo ganas de verte
me conformo con sentarme en la silla que acabás de ocupar
sentir el calorcito que acaba de dejar tu cuerpo
en ese otro objeto muerto como yo
—
Poemas incluidos en Textos reunidos. Felipe Granados. Ediciones Perro Azul. 2025.