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El afilador de cuchillos (reissue)

El afilador de cuchillos (reissue)

Mi oficina, que es mi cuarto con la cama tendida, da a la calle. Un barrio de techos de dos aguas, un proyecto de vivienda popular de 1947 que hasta inicios de los 80 tuvo jardineras en lugar de verjas, garajes  y candados. A dos metros de la ventana pasa la calle que es atajo entre Zapote y San Pedro. Estoy en la computadora y alguien se para del otro lado de la reja y me ofrece, con volumen de habitación,  limpiones o tamal de elote o muebles a pagos o una charla evangelizadora. Ayer pasó en bicicleta, precedido por su silbato armónico distintivo, el afilador de cuchillos. De inmediato pensé: qué buen título para algo.

Lo pensé al mismo tiempo que lo llamaba. Ey, señor, le dije a un hombre como de mi edad pero curtido por el sol y el trabajo físico. Recostó la bici en el portón y esperó que yo saliera con cuatro cuchillos de cocina. A mil cada uno me dice. Dos mil por los cuatro, regateé por acto reflejo. Lo dejé hacer, asomado entre las rejas: el afilador de cuchillos sentado en una estructura mecánica con un esmeril en un extremo y unos pedales activados manualmente en el otro.

Pasa Olga, la vecina de la esquina, dueña de la carnicería del barrio. Cruza la acera entre los dos y dice hola mirando hacia el frente, como para repartir el saludo en partes iguales. Esto empieza a parecer una viñeta folclórica, qué horror. Lo que quería decir o más bien preguntarme es ¿cómo precisar el momento exacto en que termina un periodo, una época?

El afilador de cuchillos no viene en bici desde su casa, viene de otro tiempo. Sobra decir que está fuera de los dominios del progreso tecnológico (el único que existe), pero tampoco lo salva ese reducto progre del regreso a lo artesanal. A este mae no lo van ver nunca con un stand en Transitarte. ¿Sabrá que está muerto?

Tantos ciclos que terminan antes de que se decrete su fin. Del lado micro, oficios, relaciones sentimentales, carreras deportivas, vidas que terminan antes de que llegue la muerte. Del lado macro, técnicas, tecnologías, sistemas políticos, clases sociales.

La democracia y el combustible fósil. Los dos pertenecen ya a otro periodo. Se agotaron mucho antes de que nos enteráramos. No tenemos sustitutos, pero eso no quiere decir que estén menos muertos. Hace, como mínimo, décadas que están en tiempo extra, mantenidos con respirador artificial por los interesados en que creamos no sólo que siguen vivos sino que no son reemplazables.

Al ojímetro, diría que para cuando terminaban de construir este barrio, la democracia ya había sido reemplazada por otra cosa, una marca registrada, un activo más del capital económico que la usa para perpetuarse. El combustible fósil la sobrevivió un par de años más. Pero ya fueron.

El combustible fósil y la democracia están a la moda: son zombies. Como este señor que le saca chispas a mis cuchillos.

Fotografía de Alonso Chaves.

Tal vez el otro año

Ser y tiempo

© Samoa,