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Aurora

Aurora

En el ahora legendario ensayo publicado en 1984, “Antígonas: una poética y una filosofía de la lectura”, George Steiner, enorme pensador de entre siglos —XX y XXI—, subraya que la importancia y vigencia de Antígona radica en que esta tragedia abarca los cinco grandes temas dramáticos originarios de los cuales se deriva toda historia posible de contar. A saber, el conflicto entre: los hombres y las mujeres, la vejez y la juventud, la sociedad y el individuo, los seres humanos y los dioses, y el mundo de los vivos y el de los muertos. Como ya se habrán activado las alarmas de nuestro tiempo, vamos a atribuir el uso de “hombres” y “mujeres” a la fecha del ensayo, para no demorarnos y pasar al hecho que me interesa señalar: Steiner omite otro de los grandes temas de nuestra especie: la maternidad. Adaptado al formato propuesto por Steiner: el conflicto entre ser mujer y ser madre.

Aurora, el largometraje más reciente de Paz Fábrega, se adentra precisamente en este territorio. Alejada de las soluciones tentadoras y moralizantes que debilitan a buena parte de las obras que también lo tratan, Fábrega parece ir varios pasos adelante incluso de ese, digamos, sector-de-espectadores que tampoco espera una resolución tranquilizadora. Luisa (Rebeca Woodbrige) es una arquitecta con inclinaciones artísticas (artes plásticas y danza) que dedica parte de su tiempo a la gestión cultural en un centro de interés social. Es allí donde conoce a Julia (Raquel Villalobos), una adolescente que intenta ocultar el embarazo (en etapa más avanzada de lo que creía). Luisa la encuentra en el baño del centro, descompuesta después de tomar unas pastillas abortivas, y es este el punto de giro que nos introduce en el segundo acto. O lo sería si el cine de Fábrega (con tres largometrajes realizados ya podemos llamarle “su estilo”) no fuera una búsqueda que apenas necesita apoyarse en la estructura aristotélica (la feligresía de los tres actos tendrá bastante que objetarle).

Lo que sigue a esa escena pivotal es una inmersión en el universo, no de la maternidad, sino de las maternidades. Luisa, Julia, la madre de Julia, las madres que llevan a sus hijes a los talleres de arte de Luisa, y hasta un guiño a lo que podríamos llamar “el compromiso maternal del Estado y las instituciones” (compromiso que abandonan en el umbral de la burocracia que el mismo Estado e instituciones crean y alimentan).

Fábrega, sin prisa, elige acercarse por los linderos, por lo que está cerca, las zonas laterales y vecinas al tema; es decir, nombrando y mirando lo que está a la par de la maternidad/maternidades es el modo en que nos habla de ellas.

Puede que sean dos parlamentos explicativos puntuales, un par de personajes que no se terminan de dibujar (uno sospecha que se fueron perdiendo en ese difícil tránsito del guion al rodaje) y la neutralidad narrativa con respecto al tema de clases, las reservas frente a Aurora. Reservas que, de todos modos, para nada empañan sus virtudes.

Con Aurora, la directora costarricense depura aún más un estilo que no aprieta el paso para contar, y queda comprobado su gran talento en la dirección de actores/actrices. La comodidad y transparencia de Rebeca Woodbridge y Raquel Villalobos (que no tienen formación profesional) frente a la cámara revelan este punto fuerte de la cineasta.

Su cine logra algo que, se me ocurre, es el equivalente cinematográfico de lo que en literatura se conoce como monólogo interior (stream of consciousness). No porque intente ella adaptar las características de ese recurso literario, que sería una empresa fallida, sino porque con su mirada mínima (no minimalista), minuciosa y corrida un par de grados del eje de lo convencional, de lo esperado, llega al mismo lugar o produce el mismo efecto que dicho recurso de la narrativa literaria.

En Aurora está, una vez más, esa apuesta de Fábrega que prioriza el cómo sobre el qué, que se conmueve (ella primero, Paz, para poder luego transmitirlo) pero sin sentimentalismos, que no juzga ni a sus personajes ni a sus espectadores y que, sobre todo, se preocupa más por las preguntas que por las respuestas.

Paz Fábrega es directora de cine, guionista y productora costarricense. Su película Agua fría de mar obtuvo el Premio Tigre en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam.

Aurora es su más reciente largometraje.

Yo no sé si soy ella

Tiempo sin lluvia

© Samoa,