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Season of the fire light

Season of the fire light

1. Anoche en la puesta del sol el día se puso amarillo. Ha llegado la estación de la luz filtrada por el humo de los incendios forestales, the season of the fire light. El año pasado el cielo pasó de amarillo a un rojo melancólico, el incendio avanzó incontrolable en Santa Rosa, al norte de San Francisco. El aire se llenó de partículas tóxicas arrastradas por el viento. No es el olor de una fogata o el del pan quemado, es el olor de automóviles derretidos, casas completas llenas de plástico y recuerdos, barrios enteros que ya no existen. En la ciudad había un índice de 150 a 300 partículas respirables por metro cúbico, cuando lo normal son 30. Las máscaras de protección respiratoria se agotaron en las farmacias, en las ferreterías, en Amazon. Fuimos a trabajar en esa niebla teñida de humo, apenas viéndonos los ojos sobre las máscaras, como en Mad Max, preguntándonos si es así como termina todo esto, en una guerra por el agua y contra el fuego.

2. Los amigos vienen a visitar a veces, nos vemos en un café que me gusta porque hacen un pan delicioso y me recuerda solo un poquito a otra vida que pudo ser. Todos nos estamos poniendo igual de viejos, un poco más tranquilos, ya nadie quiere acostarse con nadie. Todos me preguntan por los indigentes, por las empresas de tecnología, por qué hace tanto frío en el verano, algunos tips turísticos que no son fáciles de descifrar, en qué putas es que trabajo. Por primera vez en muchos años puedo hablar de las cosas maravillosas de esta ciudad cubierta de mierda, que se ha ido destruyendo a sí misma y echando a sus habitantes de las formas más crueles. Me tomó mucho tiempo encontrarme aquí, años enteros viví en modo provisional, pero ahora que tengo que resistir las olas de la expulsión socioeconómica, ya no sé si podría vivir en otro lugar.

3. Entre los miles de sesgos cognitivos que llevamos dentro, el sesgo hacia los sobrevivientes es uno de mis favoritos. Una historia que se usa mucho para ilustrarlo es que durante la Segunda Guerra Mundial los estadísticos analizaron los aviones que volvían de una batalla, llenos de huecos de balas. Al contar los huecos, concluyeron que había ciertas áreas donde se concentraban los tiros y, por lo tanto, deberían reforzarse. El problema es que nunca consideraron los aviones que nunca volvieron, los que las balas habían alcanzado en los motores o en las hélices, los que se perdieron en el camino. Así nos pasa también con las personas, porque las que calladamente renunciaron o se apartaron del camino son difíciles de ver. Creemos que en grupo somos fuertes, pero quizás solo somos tan fuertes como la gente que hemos perdido.

4. Una maraña de redes sociales me mantienen conectada a Centroamérica. Los veo a todos hablando del Mundial. Del desfile del Pride. Excepto en Nicaragua, donde todos hablan de que los están matando en la calle y comparten diagramas de cómo hacer trincheras en sus calles que, para facilitar la cosa, están hechas de adoquines. Este año no le he puesto ni un minuto de atención al Mundial ni a nada, porque aquí no se habla de otra cosa que de los niños centroamericanos, los hijos de los migrantes que están siendo separados en la frontera. Hay varios miles que, ya separados, no tienen plan de reunificación porque no hay documentos que los unan a sus padres. La gente busca a sus familiares que han desaparecido, no hay cómo saber a qué centro de detención los han llevado. A veces los han deportado sin sus niños. A veces los niños de tres o cinco años tienen que asistir solos a su audiencia ante el juez, para abogar por sí mismos. Las noticias dicen que el Gobierno está preparando campos de internamiento para cientos de miles, como cuando internaron a las familias japonesas durante la Segunda Guerra Mundial. Las noticias también dicen que el Gobierno está armando una fuerza legal para revocar la ciudadanía de una gran cantidad de personas naturalizadas. No sé cómo hablar de todo esto con mi familia, con mis amigos en Centroamérica. Cómo explicarles todo este odio hacia nosotros, que la situación está horrible, tan horrible como la hemos vivido antes o quizás justo antes, este es el momento antes de que haya muchos muertos. Se siente venir como cuando va a llover.

5. El algoritmo de Amazon está tan bien entrenado que puede detectar que estás embarazada antes de que te des cuenta. Si de repente te empiezan a sugerir cremas para las estrías y pantalones con elástico en la panza, es buena idea pedir de una vez una prueba de orina, buy with one click. El otro día leía por ahí una minipolémica sobre la maternidad, eso de ser o no ser, digamos, el dilema. Me sorprendió sentir que esa pregunta ya no me corresponde, como que es algo que uno se cuestiona a una edad que claramente ya no es la mía. Pienso en mis amigas, un grupo de feministas rabiosas que quedamos desperdigadas en el espectro de la maternidad por casualidad, por accidente, a propósito, por rebote o por tenaz insistencia. Todas más o menos felices, con o sin hijos, maternizando animalitos, sobrinos, amigos, organizaciones completas. Si confiamos en las demás y las dejamos respirar, cada una elige el camino único y autónomo de la felicidad.

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Fotografía de Etienne Girardet

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