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'Sylvia', de Leonard Michaels

'Sylvia', de Leonard Michaels

Sylvia nace de un amor enfermo. Ese amor que sabemos que lleva a la autodestrucción, construido con violencia, reproches, culpa e incomunicación. Ese amor que detiene el tiempo, te eleva –pero solo un poco– y te deja en un limbo que convierte todo en una amalgama confusa (casi incomprensible y asfixiante) de acontecimientos y emociones contrarias.

El libro es una ficción autobiográfica con una historia simple. Inicia cuando Leonard Michaels –el autor– llega a Nueva York con la esperanza de volverse escritor. Pronto conoce a Sylvia Bloch en el apartamento de una amiga, en el Greenwich Village. Ella es estudiante de cultura grecolatina, sumamente inteligente y con una personalidad reservada pero seductora. No es lo que Leonard llamaría «bella», aunque, escribe, «me sentí prendado por los efectos de luz en sus pómulos y la prometedora voluptuosidad de su labio inferior. Me gustaban sus asiáticas facciones, la suavidad, largura y angulación de sus huesos. Su negro pelo liso, que contrastaba con su mirada de sangre fría y oscura». Había algo majestuoso en ella, recuerda.

Las cosas siguen el ciclo nocivo: sexo, peleas, indirectas, sexo rencoroso, sexo de reconciliación, explosiones de odio, muestras de amor, resignación y la práctica cotidiana de herirse el uno al otro como acto desesperado por mantener toda esa fragilidad viva:

«Sylvia se presenta en mi cuarto.
–No puedo soportar tu tecleo.
–Lo haré lo más suave posible.
–No importa. Tú existes.
Ha adoptado una pose altanera, ha encendido uno de mis cigarrillos y ha tirado la ceniza en el suelo. He sentido un espasmo de odio, pero no lo he mostrado. No se ha marchado. He empezado a bostezar y se ha apresurado a cerrarme la mandíbula. He gritado. Ha parecido preocupada y después se ha irritado y me ha mirado con expresión burlona. Yo sentía dolor y ella lo veía. Se ha puesto a lamentarse de todo lo que ha habido de soportar durante el último año y medio.
Yo estaba sufriendo. Ella se lamentaba».

Me enamoré de Sylvia particularmente por su estructura. Son fragmentos del diario que Michaels llevó durante los casi tres años de relación. Es una narrativa cronológica, pero que salta violentamente de escena en escena: de momento doloroso, a diálogo esperanzador, para luego llegar a una prueba fehaciente de que estas dos personas no pueden estar juntas y que están cayendo en el vacío. Es, en cierta forma, la manera en que solemos recordar (si es que tuvimos una) esa relación pasada, dolorosa, que nos marcó o nos devastó. Es la narrativa que tenemos de esa otra persona: una narrativa selectiva, laberíntica, algo incompleta…, hasta rota.

Leonard Michaels publicó esta pequeña joya treinta y dos años después de los eventos que la inspiraron. El tiempo se nota en la prosa, que narra lo desgarrador con calma y lo bello con nostalgia. Creo que el tiempo también ayudó a pintar una ambigüedad en la manera en que leemos a Sylvia Bloch como personaje. Me explico: sería muy fácil para Michaels escribir un libro de un hombre narrando la inestabilidad mental de su esposa. Pero en realidad, escribió una historia sobre un amor que nació enfermo y del cual ninguno supo escapar.

El libro impone una barrera entre Sylvia y nosotros. Es imposible adentrarnos en su pensamiento, solamente podemos acompañar a Leonard mientras contempla, confuso, sin saber qué hacer, esa tempestad. Así, Sylvia Bloch termina siendo un enigma. Queda en nosotros juzgarla, sentir empatía o lo que se quiera. Y eso es ejemplo de gran escritura.

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Sylvia, Leonard Michaels, Libros del Asteroide, 2017, 144 pp.

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