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'Seres queridos', de Vera Giaconi

'Seres queridos', de Vera Giaconi

Los personajes que habitan el universo cotidiano de Seres queridos, segundo libro de Vera Giaconi, proceden de diferentes espacios pero comparten un mismo ADN: la pérdida, la distancia y cierta dislocación con respecto a la realidad. Giaconi sabe perfectamente que las tensiones familiares, llevadas al límite a través de la frase exacta, pueden dar pie a un desencadenamiento de eventos insólitos donde la narración de sus ficciones se mantiene siempre con los pies en la realidad, pero dejando un pequeño espacio, una hendija en la pared, por la cual, como en los grandes relatos, se puede mirar un destello de extrañeza.

En algunos de estos diez cuentos, como en «Tasador», donde un hombre y su madre miran por televisión un programa en el que se tasan artículos antiguos, se constata una suerte de ritmo y de respiración diferenciada que Giaconi les otorga a sus personajes: «una respiración intensa pero frágil, que cada tanto se interrumpe por unos segundos (...). Adrián estira los dedos índice y mayor de la mano derecha y los apoya con suavidad sobre la vena que ve latir en el cuello de su madre. Siente los ecos de los latidos del corazón. Imagina la sangre haciendo fuerza para superar esa ligera presión y seguir su camino». Como si justo en el instante preciso en el que se encuentran la vida y la muerte, lo común y lo raro, la autora supiera tensar las amarras de sus relatos para así permitirnos asistir a un despliegue de precisión.

Giaconi huye hábilmente de los efectos especiales que puede suponer el ampararse directamente en el fantástico como una salida al tedio de lo cotidiano. Su fuerza recae entonces en la tensión de una vena que amenaza con explotar, en un corazón a punto de detenerse debido a la enfermedad, o en el silencio de dos niños escondidos y aterrados, como pasa en el relato «A oscuras».

Su estilo se puede asemejar, como menciona el escritor y traductor Marcelo Cohen, al realismo de las escritoras norteamericanas Flannery O’Connor y Eudora Welty, aunque también con el tino del narrador argentino Federico Falco. Desde la ausencia de alguien querido, o incluso desde la pérdida de los dedos de una mano –como sucede en «Pirañas»–, los cuentos de este libro provocan un desconcertante ruido de fondo, como cuando llega la madrugada y en los televisores la programación finaliza y no queda otra cosa más que ver miles de puntos chocar entre sí.

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Seres queridos, Vera Giaconi, Anagrama, 2017, 160 pp.

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